Por: DIVA CRIADO PACHECO
Ahora que pareciera que las distancias se han hecho más cortas, y que los buenos tiempos nos permiten visitar, recorrer lugares y conocer esos personajes que nos suenan familiares, resulta imposible no sentir la necesidad de satisfacer esa curiosidad de verificar todas esas historias que alguna vez hemos escuchado.
En esta ocasión me voy a referir a Manuel Rodríguez Troncoso. Lo conocí en una cena en su casa del Prat de Llobregat, rodeado de su mujer, uno de sus hijos y sus nietos, una fría noche de invierno del 2006. Me sorprendió encontrar a un hombre joven de 82 años o más, con una memoria privilegiada, pleno de salud, encanto y sabiduría.
Esa noche, resulto ser una de las veladas más agradables de mi vida, llena de anécdotas y recuerdos, que duro hasta pasada la media noche. Manuel habló de su vida en Galicia, dio cuenta con precisión asombrosa de acontecimientos y fechas, recordando innumerables relatos de la familia, que muchos de los presentes desconocíamos. Jamás me había sentido atrapada en historias como las que contaba Manuel. Hasta entonces, para mí, este personaje que parecía surrealista en mi imaginación, comenzó a tomar forma y cuerpo y pensé, cuánta razón tenía mi suegro por el entusiasmo que profesaba al hablar de su primo.
Descubrí que los dos sentían admiración el uno por el otro, la manera en la que este Manuel recordaba a su primo Manuel que vivía en América, coincidía con lo que alguna vez escuché. De un lado, el Manuel que se marchó de España a mediados del Siglo pasado, en busca de mejores oportunidades y que a pesar de la nostalgia por su tierra, llegó a sentirse como un colombiano más, pues finalmente Colombia lo vio graduarse de abogado, le permitió ser un hombre próspero y reconocido, vio nacer a su numerosa prole y también lo vio morir. Por el otro lado, este Manuel, el que se quedó en su aldea natal y que se muestra orgulloso de provenir de una familia rural, numerosa y humilde, que fue labriego hasta los doce años, cargando con esa profesión toda la vida en su alma, aunque su primera vocación fue la de ser gaitero. Este Manuel, se hizo médico con becas estatales por ser un alumno sobresaliente, autor de varios libros en castellano y gallego, y también un reconocido pintor.
Pasaron dos largos años, para volver a reencontrarme con Manuel. Era un día de verano en el que el sol brillaba esplendorosamente en Barcelona. Nos pusimos una cita en el Real Círculo Artístico del Instituto Barcelonés del Arte, de donde es uno de sus socios activos. Ese día, él tendría la gentileza de presentar a mi hija en el Real Círculo, debido a que sólo se accede por vinculación directa de un socio. Nuevamente, llamó mi atención su jovialidad y su don de gentes, conserva toda su curiosidad, energía y alegría de vivir, sensación que contagia a las personas con las que traba conversación. Mientras habla, su sonrisa está siempre presente, sus gestos son briosos y la palabra fluye. A mi hija le dio consejos de comportamiento a seguir en el mundo artístico, y le proporcionó una que otra recomendación.
En medio de la charla, nos comenta con modestia que será el Pregonero de las fiestas del Prat de Llobregat 2009. Orgulloso de recibir tan honroso encargo, y viendo en nosotras a la prolongación de su primo querido, nos invita a participar de ellas, a lo cual, gustosamente aceptamos.
El Pregón es uno de los actos más solemnes de aperturas de ferias y fiestas en cualquier ciudad y pueblo español. Consiste en la lectura de un discurso a cargo de un personaje distinguido, de reconocida trayectoria de la comunidad. Este, es nombrado por una comisión que encabeza el alcalde de la localidad, y en esta ocasión sería Manuel, el encargado de arrancar los actos inaugurales.
Su nombramiento para abrir las fiestas del Prat de Llobregat, fue un homenaje a su persona, muy querida en el Prat, por su trato amable y simpático y un reconocimiento a su labor durante más de 20 años, como médico de la localidad.
Allí estábamos, muy puntuales en el Ayuntamiento del Prat -Casa consistorial de estilo neogótico, aquel 25 de septiembre.
Manuel llegó acompañado de su familia. Nosotras esperábamos en el salón. Se inició el acto con unas palabras del Alcalde local Lluís Tejedor. Entre tanto, decidimos que estaríamos mejor en la plaza, familiares y amigos nos apostamos frente al balcón de la Casa consistorial, sitio inmejorable para presenciar el espectáculo y escuchar al pregonero de la fiesta.
Manuel comenzó su discurso, hablando de la evolución que ha experimentado la ciudad. Fue una apología a los buenos y malos tiempos, a su trayectoria como médico y a las experiencias vividas en el ejercicio de su profesión a lo largo de los años en el Prat, después de ejercer la medicina rural en Peranzanes y en Burón-León.
Gustó su discurso, medido por el termómetro de los aplausos de la multitud en la plaza, que estaba llena a reventar; y gustó por lo sencillo y cálido, como él mismo; un personaje que se ha hecho querer y respetar por quienes hemos tenido el placer de conocerlo.